¡Qué lindos somos todos los animales de cachorros! Me encanta ver a los cachorritos de perro o de gato jugando cuando todavía no tienen buen control sobre su cuerpo, no tienen buen equilibrio y se caen con frecuencia. Exploran el mundo con ilusión y sin ningún miedo, pese a sus limitaciones. No esperan tener control sobre nada de lo que ocurre. No esperan que los adultos les rechacen con un gruñido cuando se acercan para jugar, simplemente van de buena fe a relacionarse con todos. No se detienen cuando son rechazados una vez, lo intentan más veces y el encontronazo con un adulto no les disuade de interactuar con otros. Disfrutan el momento presente con plena alegría de vivir. Desarrollan todo su potencial porque exploran hasta descubrir dónde están los límites; los suyos, los de los demás y los de las leyes de la naturaleza. Sería imposible que se desarrollasen si caminasen con miedo a caerse o a relacionarse. Los humanos hacemos lo mismo de bebés, de niños y de adolescentes. En algún momento de nuestra historia personal, las experiencias negativas o dañinas que no supimos encajar, limitaron nuestra fe en nosotros mismos o en el mundo en que vivimos y dejamos de desarrollarnos.

¿Te das cuenta del desarrollo que podrías alcanzar si volvieses a explorar el mundo como un cachorro?