Se echa las manos a la cabeza porque no está de acuerdo con lo que piensas, lo que dices o lo que haces. Gesticula, pone caras raras o mueve la cabeza diciendo que no, porque ha dictado veredicto, tu opinión no vale, tus habilidades no son suficientes. Juzgar a los demás como insuficientes o incapaces es justamente lo que no debes hacer si quieres ser buen líder o mentor.  Es lo contrario de empoderar a las personas, es minarles la moral y crear distancia en las relaciones. La persona que juzga se delata a sí misma cuando lo hace en público, dejando ver que no tiene la suficiente inteligencia emocional como para controlar sus emociones y tampoco tiene la empatía que requiere ponerse en la situación de la otra persona. Si juzga es porque se juzga así misma igual o peor, porque el juicio funciona para adentro y para fuera. Cuando uno juzga, automáticamente es juzgado de vuelta por uno mismo y por los demás. Si juzgas, te juzgarán.

El problema lo tiene quien juzga, no quien es juzgado. Lo que usted piense de mí, no es asunto mío.