A veces uno se empeña en petar el día de actividades, tareas, auto-obligaciones… y cuando el día se esfuma y faltan unas cuentas de esas por tachar de la lista, aparece la frustración. El día no da para todo, es mejor aceptar que 24 horas dan para lo que dan. El propio cuerpo utiliza el ciclo semanal para regular el sueño, de manera que si un día duermes pocas horas o no muy profundo, hay otro día en el que duermes más porque el cuerpo se encarga de buscar un buen balance semanal. Se autorregula a lo largo de la semana. Ocurre lo mismo con el entrenamiento físico, no es tan importante lo que hagas en un día como lo que hagas en una semana. Lo importante es el cómputo total semanal, por ejemplo en el caso del entrenamiento de fuerza y de hipertrofia.

Planificar la semana puede ser tan productivo y motivador como planificar el día o incluso más, porque se pueden programar ciertas tareas a días alternos, introducir más variedad de actividades, ser más flexibles y realistas con lo que entra en cada día y utilizar el fin de semana o dejarlo como colchón para terminar alguna cosa que no haya dado tiempo a hacer entre el lunes y el viernes. Al final de la semana se puede hacer retrospectiva de la misma y planificación de la siguiente, tal cual como se hace a veces en la gestión de proyectos.

Si tenías planificado algo para hoy que no pudiste hacer, puedes frustrarte o mejor, puedes replanificarlo para otro día de la semana.