Las pequeñas dificultades son una oportunidad excelente para observar cómo funciona tu mente. Cuando no puedes abrocharte o quitarte el broche de la pulsera, no puedes abrir o cerrar el grifo, no consigues sacar un clavo o un tornillo. Tropiezas, caes y te manchas la ropa. Vas rumbo al aeropuerto con el tiempo más bien justo y te encuentras con un atasco. Son esas situaciones cotidianas que no ponen en peligro tu vida y sin embargo pueden suponerte una escalada de ira, de estress, de daño a tu autoestima… te llevan a un estado mental negativo que te puede arruinar el día. Es tu mente la que está llevándote al sufrimiento, no es la realidad. Es el momento ideal para reconocer esa voz interior que viene a chincharte y que puedes ignorar. Esta situación es un espacio de entrenamiento perfecto porque tu vida no corre peligro, tus emociones son reales y mediante la respiración y la observación del propio pensamiento puedes comprender lo que está ocurriendo y dejar de identificarse con el sujeto que está frustrado. Puedes aprender a dejar de culpar a los demás por lo que sea que te está ocurriendo. Es un campo de experimentación que te permite medir el progreso en tu trabajo interior y te prepara para la convivencia contigo mismo y con los demás. También te prepara para las situaciones que verdaderamente son importantes en la vida.
Aprovecha la oportunidad de la frustración